sábado, 25 de septiembre de 2010

La mirada de Marina

El piano secaba la pared elástica y disconforme
y el agua agitaba las atmósferas.
Desde entonces nadie supo nada
y nada importó algo.
Los noventa años resucitaban en las risas sin dientes de la abuela.
El pasillo estaba gobernado por el tic-tac continuado reloj.
Sólo el osito de peluche tenía la vida necesaria para poder soportar el miedo.

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